septiembre 17, 2009

16 de septiembre: nada que celebrar

Comentario difundido por XHUGP Radio Universidad 104.3, Puerto Vallarta, Jal.

En esta ocasión voy hablar de tres experiencias que he tenido en el contexto de estos días patrios.

La primera tiene que ver con un correo electrónico que recibí de dos diferentes contactos en el que se convocaba a darle la espalda a los gobernantes y dejar que ellos solos celebraran las fiestas patrias. En lugar de asistir al tradicional grito y al desfile, expresar con el silencio nuestro repudio por la manera en que el Estado combate la inseguridad.

La segunda me sucedió el domingo pasado cuando conforme a una costumbre que se ha convertido en un verdadero ritual, acudí al Sanborns a comprar el nuevo ejemplar de Proceso. Al revisarlo me dí cuenta que la revista se encontraba mutilada. Alguien había arrancado las páginas en las que Carlos Acosta en un artículo titulado “concita el gobierno el encono social” argumentaba que las medidas impositivas que el gobierno calderonista pretende implementar tendrían un efecto devastador sobre las clases medias y populares, sobre los cuales se cargaría el peso de la crisis.

La tercera se relaciona con la casi nula presencia de banderas que por estas fechas ondean en las antenas o sobre las ventanillas de los automóviles. Este año solamente observé cuatro.

Estos hechos abonan hacia una percepción de un México sumido en una crisis que excede con mucho el tema de las cargas impositiva y que poco tiene que ver con lo que sucede mas allá de nuestras fronteras.

Habla de un México cuyos ciudadanos han perdido la confianza en un gobierno que ha demostrado su incompetencia para brindarles el más elemental de sus derechos: el de garantizarles las condiciones mínimas para una vida digna: salud, empleo y seguridad.

De un México pasmado, desconcertado, desanimado, deprimido, enojado ante una clase política que vive en la opulencia y que defiende su status y privilegios por encima de los intereses y las necesidades del pueblo.

Pero lo más grave, de un México dividido, a consecuencia de un proceso electoral plagado de irregularidades y de violaciones a la legislación electoral, que derivó en una presidencia permanentemente cuestionada en su legitimidad.

Por enésima ocasión, esta vez en boca del secretario de gobernación, el ejecutivo vuelve a convocar a la “unidad nacional”. Y esta vez, como en las 845 anteriores, sus palabras caerán en el desierto. Se le olvida que fue precisamente su campaña electoral la que generó el odio y el miedo entre los mexicanos. Y que por eso, carece de la mínima autoridad moral para convocar a la reconciliación y la concordia.

Diversos actores señalan con preocupación que la gobernabilidad del país se encuentra sostenida en alfileres.

A un año de la conmemoración del bicentenario de la independencia y del centenario de la revolución, más que festividades y carnavales celebratorios, se antoja enfocar el grueso de la energía social, para cumplir las asignaturas que aún tenemos pendientes. Como la de hacer vigente la justicia social, para señalar solamente la más importante.

septiembre 03, 2009

El des-informe presidencial

Comentario difundido por XHUGP Radio Universidad 104.3, Puerto Vallarta, Jal.

En medio de las evocaciones al significado del 1 de septiembre, fecha en que por mandato constitucional el ejecutivo del estado debe entregar un informe de labores al congreso nacional, que en al antiguo régimen se consagraba a rendir pleitesía al soberano sexenal, hasta que en el ultimo informe de Miguel de la Madrid, tras el fraude electoral de 1988, la interpelación de Porfirio Muñoz Ledo y el posterior abandono de los legisladores del Frente Democrático Nacional, dinamitó de una vez y para siempre la sumisión de las cámaras legislativas hacia el gobernante el turno.

A partir de entonces, el día del informe transitó del salinista “ni los veo ni los oigo”, la reiteradas manifestaciones de oposición durante el zedillismo, hasta llegar al “entregas y te vas” de Fox, impedido de ingresar al salón del pleno, zaga inevitable al desaseado proceso electoral de 2006. En las últimas dos entregas, quien ocupa el sillón ejecutivo ni siquiera se ha presentado.

A diferencia de quienes opinan que la ausencia del presidente restaba lustre al significado del evento, desde mi punto de vista esta ausencia contribuye a la instauración, muy incipiente por cierto, del sistema republicano en México.

Me explico. Para el régimen presidencialista que durante el príato caracterizó al sistema político mexicano, el sometimiento del poder legislativo al presidente en turno era absolutamente indiscutible. Los senadores y diputados solamente existían para “aprobar” las iniciativas del ejecutivo. El primer descalabro a esta relación de subordinación, se dio durante el segundo trienio de Ernesto Zedillo al perder el PRI la mayoría en la cámara. Con el triunfo de Vicente Fox y la alternancia en la presidencia, se sentaban las bases para la transformación de las relaciones entre los poderes del estado y la factibilidad de llevar a cabo una profunda reforma del Estado. Empero, quienes desde entonces han ocupado el poder ejecutivo, no solamente han sido incapaces de impulsar tal reforma, sino que han pretendido restaurar el sistema de subordinación en las cámaras legislativas.

El mas reciente intento de Calderón, por restaurar el “día del presidente” anunciando la presentación de un informe en Palacio Nacional, al margen y previo a la instalación de la nueva legislatura emanada de las elecciones de 5 de julio, además de constituir una flagrante violación a la Carta Magna, manifestaba un profundo desprecio hacia quienes detentan la representación del pueblo de México. Impensable en otras épocas, el poder legislativo obligó a Calderón a respetar el texto constitucional.

De esta manera, el legislativo ubicó el evento del informe presidencial en su exacta dimensión. En su sentido original, el informe del presidente, no es otra cosa que la rendición de cuentas que un funcionario público, así sea el presidente, debe presentar a quienes son sus mandantes, es decir a los ciudadanos representados por los diputados y senadores.

Lo destacable entonces este 1 de septiembre, fue la instauración de una nueva legislatura, en la que su parte medular consistió en el posicionamiento de las fuerzas políticas. Resultaría muy importante que este modelo se consolidara. Sin embargo, habría que avanzar también en que la rendición de cuentas no se limitara a la entrega del informe escrito y a las denominadas “comparecencias” de los secretarios encargados de los distintos ramos, mecanismo utilizado por el viejo régimen y mantenido por los gobiernos panistas, para evitar cuestionamientos al soberano, perdón ejecutivo en turno.

Instaurar una sesión, similar a la que se realiza en los países democráticos, en la que posterior a la entrega del informe se presente el ejecutivo en persona a responder las preguntas y cuestionamientos de los representantes del pueblo. De esta manera, además de abonar a la república, alimentaríamos nuestra débil, raquítica e incipiente democracia.