enero 21, 2010

Hay de alianzas, a alianzas -Perogrullo dixit

Comentario difundido por XHUGP Radio Universidad 104.3 Puerto Vallarta, Jal.

Ya en plena carrera por la sucesión presidencial, el escenario electoral de 2010 se antoja particularmente intenso. Este año 15 estados enfrentarán la renovación de sus ayuntamientos y congresos y en 12 de ellos se elegirá a un nuevo gobernador. Los resultados electorales tendrán un importante impacto en la correlación de fuerzas de los diferentes partidos políticos, hacia las elecciones presidenciales de 2012.

Tras la derrota electoral sufrida por el panismo en su frustrado intento por controlar el congreso y los descalabros experimentados por la coalición de izquierda derivados de la pugnas internas, aunado a la recuperación del PRI que se manifiesta en su condición hegemónica en el congreso y los triunfos que marcan su regreso en entidades tan importantes como Jalisco, convierten al calendario electoral de 2010 en un campo de batalla que, a juicio de las dirigencias partidarias puede resultar decisivo en sus aspiraciones por la presidencia.

Frente a este panorama, no resulta extraño que el tema de las alianzas se encuentre a la orden del día. Las contiendas electorales se rigen por principios similares a las guerras y la más elemental estrategia indica que para derrotar al adversario hay que superarlo en fuerzas. De ahí que en la lógica de las dirigencias, aliarse con otras fuerzas para derrotar a quien los aventaja, no solo resulta pertinente sino plausible.

En el caso mexicano, el tema de las alianzas no es reciente, aunque en la coyuntura actual adquieren nuevo significado. Para empezar, como Perogrullo diría hay de alianzas, a alianzas. Por ejemplo, a nadie sorprende la alianza del PRI con el partido de Nueva Alianza, que en su nombre lleva su destino. El PANAL como también se le conoce surge como partido bastardo del PRI. En palabras de Beltrones son un buen ejemplo de aliados naturales.

Hay también alianzas que no solo resultan pertinentes sino que son absolutamente necesarias. Es el caso de los partidos de izquierda, PRD, PT y Convergencia. Su efectividad electoral se encuentra en relación directamente proporcional a su constitución como fuerza única. Por eso la conformación de una nueva coalición ahora bautizada con el poco atractivo nombre de Frente Día, representa la condición para retener Zacatecas y dar la pelea en Oaxaca y Durango.

Las alianzas que acostumbra establecer la franquicia familiar denominada PVEM se inscriben en la lógica mercantil de cualquier mediana empresa. Carentes de ideología siempre están dispuestos a vincularse con el mejor postor. Si en otras ocasiones han acompañado al PRI ahora estudian, con la mirada puesta en los beneficios, la conveniencia de aliarse con el PAN en Aguascalientes.

Siguiendo con Beltrones, ahora convertido en agudo “naturalista” político, habría que aceptar que las alianzas antes descritas podrían ser calificadas absolutamente como “naturales”. Bien sea por compartir visiones ideológicas, bien sea por intereses mercantiles. Son, como decíamos, alianzas pertinentes y hasta necesarias.

Otra cosa, son las alianzas impulsadas por la desesperación (en el mejor de los casos), o el apetito del poder (en el peor) de un partido que por sí mismo es incapaz de derrotar al adversario y sin el mínimo recato se declara dispuesto a aliarse con quien sea para lograrlo. Son alianzas sustentadas en el oportunismo político más burdo y sin ninguna consideración a las militancias ni respeto a las ideologías. Son alianzas contra-natura para citar de nuevo al ínclito Beltrones.

Si alguna enseñanza se puede extraer en la experiencia mexicana es que al final de cuentas, las alianzas entre la derecha y la izquierda no han arrojado resultados positivos, como quedó evidenciado, cuando en los tiempos del Priato llevaron a sus candidatos a las gubernaturas de Nayarit, con Antonio Echevarría y de Chiapas con Pablo Salazar Mendiguchía.

Aunque por diferentes razones y con diversos argumentos, Hector Espino y Andrés Manuel López Obrador coinciden en descalificar las alianzas que las dirigencias panista y perredista pretenden impulsar en los estados de Oaxaca, Puebla e Hidalgo. De llevarse a cabo estas los resultados serían particularmente desastrosos para la izquierda.