septiembre 03, 2009

El des-informe presidencial

Comentario difundido por XHUGP Radio Universidad 104.3, Puerto Vallarta, Jal.

En medio de las evocaciones al significado del 1 de septiembre, fecha en que por mandato constitucional el ejecutivo del estado debe entregar un informe de labores al congreso nacional, que en al antiguo régimen se consagraba a rendir pleitesía al soberano sexenal, hasta que en el ultimo informe de Miguel de la Madrid, tras el fraude electoral de 1988, la interpelación de Porfirio Muñoz Ledo y el posterior abandono de los legisladores del Frente Democrático Nacional, dinamitó de una vez y para siempre la sumisión de las cámaras legislativas hacia el gobernante el turno.

A partir de entonces, el día del informe transitó del salinista “ni los veo ni los oigo”, la reiteradas manifestaciones de oposición durante el zedillismo, hasta llegar al “entregas y te vas” de Fox, impedido de ingresar al salón del pleno, zaga inevitable al desaseado proceso electoral de 2006. En las últimas dos entregas, quien ocupa el sillón ejecutivo ni siquiera se ha presentado.

A diferencia de quienes opinan que la ausencia del presidente restaba lustre al significado del evento, desde mi punto de vista esta ausencia contribuye a la instauración, muy incipiente por cierto, del sistema republicano en México.

Me explico. Para el régimen presidencialista que durante el príato caracterizó al sistema político mexicano, el sometimiento del poder legislativo al presidente en turno era absolutamente indiscutible. Los senadores y diputados solamente existían para “aprobar” las iniciativas del ejecutivo. El primer descalabro a esta relación de subordinación, se dio durante el segundo trienio de Ernesto Zedillo al perder el PRI la mayoría en la cámara. Con el triunfo de Vicente Fox y la alternancia en la presidencia, se sentaban las bases para la transformación de las relaciones entre los poderes del estado y la factibilidad de llevar a cabo una profunda reforma del Estado. Empero, quienes desde entonces han ocupado el poder ejecutivo, no solamente han sido incapaces de impulsar tal reforma, sino que han pretendido restaurar el sistema de subordinación en las cámaras legislativas.

El mas reciente intento de Calderón, por restaurar el “día del presidente” anunciando la presentación de un informe en Palacio Nacional, al margen y previo a la instalación de la nueva legislatura emanada de las elecciones de 5 de julio, además de constituir una flagrante violación a la Carta Magna, manifestaba un profundo desprecio hacia quienes detentan la representación del pueblo de México. Impensable en otras épocas, el poder legislativo obligó a Calderón a respetar el texto constitucional.

De esta manera, el legislativo ubicó el evento del informe presidencial en su exacta dimensión. En su sentido original, el informe del presidente, no es otra cosa que la rendición de cuentas que un funcionario público, así sea el presidente, debe presentar a quienes son sus mandantes, es decir a los ciudadanos representados por los diputados y senadores.

Lo destacable entonces este 1 de septiembre, fue la instauración de una nueva legislatura, en la que su parte medular consistió en el posicionamiento de las fuerzas políticas. Resultaría muy importante que este modelo se consolidara. Sin embargo, habría que avanzar también en que la rendición de cuentas no se limitara a la entrega del informe escrito y a las denominadas “comparecencias” de los secretarios encargados de los distintos ramos, mecanismo utilizado por el viejo régimen y mantenido por los gobiernos panistas, para evitar cuestionamientos al soberano, perdón ejecutivo en turno.

Instaurar una sesión, similar a la que se realiza en los países democráticos, en la que posterior a la entrega del informe se presente el ejecutivo en persona a responder las preguntas y cuestionamientos de los representantes del pueblo. De esta manera, además de abonar a la república, alimentaríamos nuestra débil, raquítica e incipiente democracia.

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